7 MARAVILLAS DEL MUNDO ANTIGUO

1. Gran Pirámide de Giza

Muchos son los enigmas y misterios que envuelve a esta Gran Pirámide de Keops. Muchos de ellos no dejan de sorprendernos con nuevos secretos. Parece que cuanto más se avanza en las investigaciones, más nos alejamos en el descubrimiento de sus misterios ocultos. La Gran pirámide de Giza es la más antigua y la única que aún perdura de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo y la mayor de las pirámides, sirvió como tumba o cenotafio al faraón de la cuarta dinastía del antiguo Egipto, Jufu (también conocido por su nombre griego Keops).

 

El arquitecto de la obra fue Hemiunu, un pariente de Jufu. Originalmente superó los 146 metros de altura -el equivalente a un edificio moderno de 40 plantas-, fue levantado en tiempos del faraón Keops, de la IV Dinastía, hacia el 2500 a.C. Originalmente recubierta por unos 27.000 bloques de piedra caliza blanca, pulidos, de varias toneladas cada uno; mantuvo este aspecto hasta principios del siglo XIV, cuando un terremoto desprendió parte del revestimiento calizo y posteriormente los turcos otomanos utilizaron dicho revestimiento para la construcción de edificaciones en El Cairo. La fecha estimada de terminación de la Gran Pirámide es c. 2570 adC y fue la primera y mayor de las tres grandes pirámides de la Necrópolis de Giza en las afueras de El Cairo en Egipto y el edificio más alto del mundo hasta el siglo XIX, sólo superado por las agujas de la Catedral de Colonia y la Torre Eiffel. Herodoto, quien contempló la pirámide hacia el año 450 adC, comentó que su tiempo de construcción fue de 20 años. Erigida con unos 2.300.000 bloques de piedra cuyo peso medio es de dos toneladas por bloque, llegando a pesar algunos de ellos hasta las 60 toneladas.

2. Los jardines colgantes de Babilonia

Cuando Nabucodonosor, rey de Caldea, casó con Clarisa, hija del rey de los medos, decidió ofrecer a su amada un jardín que, por la originalidad de su estructura y la variedad de sus flores, fuese digno de la nueva reina.

 

Audaz era el proyecto concebido por los arquitectos de Babilonia. Sobre un área de 19.600 metros cuadrados levantaron una serie de terrazas de piedra sostenidas por amplias arcadas de 6 metros de largo, de manera que, visto desde abajo, el jardín suspendido pareciese una alta escalinata rebosante de flores. Debajo de las arcadas se ocultaban amplios aposentos resplandecientes de adornos, para que los soberanos pudiesen descansar allí.

 

A fin de que no faltara nunca el agua se dispuso un genial sistema de irrigación que terminaba en la última terraza, en una fuente que manaba incesantemente. Poco o nada queda de Babilonia y de sus jardines colgantes. Pero los escasos vestigios descubiertos gracias a la paciencia de los arqueólogos, atestiguan la verdad sobre las descripciones de los escritores antiguos.

3. Estatua de Zeus en Olimpia

La región de Élide, en el noroeste del Peloponeso, donde se encuentra el valle del río Alfeo, los antiguos griegos erigieron un santuario ofrecido a Zeus. Eligieron este santuario como sede de los Juegos Olímpicos, juegos deportivos que se realizaban cada cuatro años en honor a Zeus, con participantes de todos puntos de la Hélade. Tan sagrados y puntuales eran estos juegos, que se sabe de guerras entre ciudades griegas que se detuvieron por este motivo. Todas las ciudades griegas enviaban a sus mejores representantes, debido a la jerarquía que representaba ser ganador de una de las disciplinas. Adquirieron tal popularidad, que al período de cuatro años que separaba a un juego del otro, llamado Olimpíada, se le empleó como modo de cómputo de tiempo, sobre todo en la literatura a partir de la utilización por parte del historiador Timeo alrededor del 300 a.C.

 

Muchas veces se habla, en forma errónea de la ciudad de Olimpia, cuando en realidad se trataba de un santuario, compuesto solo de edificaciones destinadas a la adoración a los dioses y a los juegos. Originalmente, en el lugar había templos destinados a Hera y Cibeles, deidades de los pueblos habitantes de la región del Egeo de origen micénico y que eran anteriores a las invasiones de tribus bárbaras dorias, que posteriormente se mezclaron con los habitantes locales para formar una nueva cultura, llamada a dominar todo el Mediterráneo y cercano oriente.

 

Estos primitivos templos, probablemente fueron construidos en el siglo VII a.C. También aparece entre las ruinas, un templo consagrado a Cronos, así como algunos edificios accesorios, como depósitos para las ofrendas. Posteriormente, en el siglo V a.C., se construyó el templo destinado Zeus. Aunque las fuentes difieren en la datación del templo, se puede estimar que fue construido entre los años 470 y 450 a.C.

 

Otras edificaciones importantes de Olimpia fueron el hipódromo, la palestra, el gimnasio y el estadio, en los que se celebraban las diferentes competencias de los juegos. Según la leyenda, cuando Zeus nació, su madre Rea lo entregó al cuidado de cinco hermanos sacerdotes, los que decidieron hacer una carrera como forma de decidir quién entregaba una corona de olivos al Zeus niño. La victoria correspondió a Heracles (Hércules), el mayor de los hermanos, instituyéndose de esta forma los juegos olímpicos.

 

El arquitecto Libón construyó el templo en piedra caliza local, de baja calidad estética, por lo que debió dar un estucado superficial que simulaba mármol. Los frisos estaban tallados y los frontones tenían esculturas en mármol. Uno de los dos temas principales de la decoración del templo es la justicia, de la cual Zeus es defensor en la mitología griega. El otro tema, son los doce trabajos de Hércules. En el interior del templo se encendía la llama olímpica al comienzo de los juegos y, tal como en los juegos olímpicos modernos, permanecía encendida hasta el final de los juegos.
El templo fue construido con la finalidad de albergar la estatua de Zeus. Dicha estatua fue construida por el más famoso de los escultores de la antigua Grecia, llamado Fidias. Fidias debió su fama al tratamiento del volumen y expresión de las formas humanas, por la utilización del claroscuro y por representar más la belleza ideal que la realidad. Fidias era ateniense y el final de su vida se motivo de discusión, aunque todas las versiones coinciden en un final poco deseado: la cárcel o el destierro.

 

Lamentablemente, como tantas otras obras de arte de la Antigüedad, nada quedó de la estatua de Zeus. Como en los demás casos de obras desaparecidas, podemos tener una idea de las mismas a través de los relatos de escritores de la época. En el caso de esta estatua, se agrega una fuente más, consistente en la representación de la estatua en medallas conmemorativas.

 

Pausanias, fue un historiador griego del siglo II de nuestra era. Su obra, si bien de escaso valor literario, es considerada como una muy buena fuente histórica, debido a la precisión de sus relatos, corroborado esto por los hallazgos arqueológicos. En su principal obra, Descripción de Grecia, hace un relato de la estatua de Zeus en Olimpia. Pausanias describe a la estatua esculpida en marfil y de unos doce metros de altura. Zeus aparece sentado en un trono, con el torso desnudo y con un manto cubriendo sus piernas. Su cabeza tenía rizos y una corona de olivos, con la mirada dirigida hacia abajo. En su mano derecha portaba un cetro coronado por un águila, mientras que en su mano derecha tenía una Niké o diosa de la victoria. El manto que cubría sus piernas estaba adornado con lirios y tenía sandalias de oro.
El trono en el que se encontraba sentado el dios, de acuerdo a la misma descripción, constituyó de por sí, una verdadera obra de arte. Fidias eligió como materiales para esta parte de la obra al marfil, el ébano y el oro, con incrustaciones de piedras preciosas. El respaldo, los travesaños y las patas se encontraban esculpidos representando escenas de la mitología griega. La coincidencia del relato de Pausanias con las imágenes de las medallas mencionadas, dan un importante grado de certidumbre a las mismas.

 

Según una leyenda, cuando Fidias terminó la obra pidió al dios un signo de aprobación. El dios contestó haciendo caer un rayo cerca del escultor en un día despejado.

 

Sin contar a la gran pirámide de Gizeh, la estatua de Zeus en Olimpia es la más duradera de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Si bien el final de la estatua es motivo de discusión, el rastro de la misma se pierde en el siglo V d.C., cuando durante el reinado del emperador Teodosio II, fanáticos cristianos incendian el templo. Hay quienes sostienen que la estatua fue destruida en el incendio, otros afirman que sobrevivió y que fue rescatada por un coleccionista de Constantinopla, mientras que otros dicen que la estatua fue destruida en los terremotos que pusieron fin al templo en el siglo VI d.C.
En 1820, una expedición de arqueólogos franceses descubrió el templo. Estas excavaciones fueron continuadas por una expedición alemana entre 1875 y 1881, durante la cual se confeccionó un plano de los edificios. Muchas otras excavaciones se han hecho en el lugar, sin que se encontraran rastros de la estatua.

4. El Templo de Artemisa o Artemision en Éfeso

Esta maravilla se encuentra en Turquía, en la ciudad de Éfeso. Se trata de un gran templo dedicado a la diosa Artemisa que envió construir el rey Creso para apaciguar a la gran diosa, y que en el año 356 a.C. se incendió y fue destruido. Este templo lo componen grandes edificios denominados por los arqueólogos por letras.

 

Artemisa era hermana de Apolo e hija de Zeus, por lo tanto era una de las doce divinidades olímpicas y una diosa indomable que daba y quitaba vida. En esta ciudad (Éfeso) se le rendía un culto prehelenístico representando la fertilidad; a esta diosa se le representa con una corona amurallada y era servida por esclavas. La diosa aparecía salvaje, independiente y de gran fuerza y con una belleza impresionante, también se le asociaba a la diosa de la fertilidad, la caza y la guerra. En su interior encontrábamos una gran estatua de Artemisa con una dimensión de dos metros de altura y revestida con plata y oro.

 

El lugar en el que fundaron este santuario fue objeto de veneración por las poblaciones que practicaban el culto a la Diosa madre o a Cibeles, que con posterioridad fue asimilado por Artemisa. La construcción de este edificio costó mucho tiempo y muchos trabajadores. Este santuario se construyó y se derruyó varias veces, la primera datación de el inicio del templo fue en el siglo VIII a.C. y lo destruyeron los cimerios.



El arquitecto de esta maravilla fue el griego Quersifrón de Cnosos y se construyó por los alrededores del 550 a.C. Metágenes fue el que consiguió terminarlo con ayuda de Teodoro. Para protegerlo de terremotos y catástrofes atmosféricas de este tipo con peligro de derrumbamiento, se eligió un terreno rocoso para protegerlo. Este templo fue respetado como lugar de refugio, se trasladó a mito junto con las amazonas que se refugiaron de Hércules y de Dionisio. El 21 de Julio del año 356 a.C., Eróstrato provocó un incendio que causó el derrumbe de este Templo, cuentan que esa misma noche, fue la noche en la que nació Alejandro Magno; Plutarco sentenció que la diosa griega Artemisa estaba demasiado preocupada por el nacimiento del infante y no le prestó atención a su Templo en llamas. Tras la muerte de Alejandro, el templo se reconstruyó, en el año 323 a.C., años más tarde en el 262 a.C. la maravilla volvió a ser arrasada por los godos. Siglos más tarde el cristianismo invadió la zona y el templo perdió su interés religioso, así que derribaron los restos del edificio y reutilizaron los materiales para otras construcciones. En el 1869 el lugar del templo se redescubrió, por una expedición del Museo Británico.



Plinio el Viejo nos describe este Templo y nos lo hace diciendo que sus medidas se basan en 115 metros de largo por 55 metros de ancho, el material con el que se construyó fue mármol y se conoce que es el templo más grande de todo el mundo griego. Constaba de 127 columnas cada una de 18 metros. En total predominaban 3 filas de columnas en la fachada occidental divididas en 3 hileras de ocho columnas, dos a los lados de las antas y una doble fila que dividía el gran pronaos en tres naves. La cella del templo era alargada y estrecha, y en el fondo de ésta había un baldaquino donde encontrábamos la estatua de culto. Tras el incendio provocado en el 356 a.C. la obra de reconstrucción duró mucho tiempo. La planta y las proporciones de este nuevo edificio se mantuvieron grosso modo, salgo por el añadido de un crepidoma de 2.68 metros de altura; tenía columnas en la parte inferior y una veintena de dados las sostenian. En el interior del templo podíamos contemplar otras obras de arte esculpidas por Policleto, Fidias, Cresilas y Fradmon, la mayoría de éstas se referían a el amazonas.

5. El Sepulcro de Mausolo (Mausoleo) en Halicarnaso

Monumento funerario construido en Halicarnaso (actual Bodrum, al suroeste de Turquía) por Artemisa II, a mediados del siglo IV a. C., tras la muerte de su hermano y esposo, el rey Mausolo de Caria (Asia Menor).

El conjunto destacaba por la belleza de su diseño y por la riqueza de sus esculturas. En su construcción intervinieron los mejores artistas de la época: Piteo, Bryaxis, Leochares, Scopas y Timotheus.
El mausoleo estaba dividido en tres partes: un podio de planta cuadrangular, una columnata intermedia con 36 columnas y un cuerpo piramidal coronado por una cuadriga. El edificio estaba adornado con numerosas estatuas de mármol que representaban caballos y hombres tallados de forma muy realista, destacando el hecho de que ninguna de las esculturas estuviera dedicada a los dioses de Grecia.
En el siglo XIII un terremoto derribó la parte superior del monumento y sus restos fueron utilizados por los caballeros de Rodas para construir el castillo de Bodrum. Actualmente, aunque en el lugar no queda casi nada, recibe muchas visitas.

6. El Coloso de Rodas

La estatua de el Coloso fue una enorme escultura que se encontraba en la entrada de la isla de Rodas en Grecia. Fue una de las grandes maravillas del mundo antiguo y se derrumbó tras un fuerte terremoto que azotó a la isla.

 

La impactante estatua de el Coloso fue una de las siete maravillas del mundo antiguo y se encontraba ubicada en la isla griega de Rodas.

 

La obra creada por Cares de Lindos representaba la figura del dios griego Helios (dios del sol), en una estatua que medía más de 30 metros de altura.

 

El Coloso de Rodas se construyó durante 12 años luego de las victorias bélicas de los griegos ante los continuos ataques que recibían en busca de conquistar este punto estratégico.

Miles de viajeros en la antigüedad viajaban hasta la isla de Rodas para presenciar la impactante obra que se divisaba desde varios kilómetros antes de llegar a la costa de Grecia.

 

Los barcos que ingresaban a la ciudad lo hacían por medio de las “piernas” de el Coloso, ya que la estatua estaba ubicada en la entrada misma del puerto de la isla.

 

Rodas fue víctima de un fuerte terremoto 56 años después que se había terminado la construcción de la escultura, la cual no pude resistir en pie y terminó derrumbándose al igual que otras tantas construcciones de la ciudad.

 

Siguiendo los consejos del oráculo, los habitantes de Rodas decidieron no reconstruir el Coloso y dejar los restos tal como quedaron tras la caída.

 

La gran mayoría de los restos cayeron al fondo del mar donde permanecieron por más de 800 años intactos. Muchos críticos de arte consideran que el Coloso de Rodas es el predecesor de la mística estatua de la Libertad de la ciudad de Nueva York.

 

Las leyendas y la popularidad de esta estatua han ido creciendo con el paso de los siglos, donde se ha llegado incluso a filmar una película de ficción con este argumento y varias obras de teatro.

7. El Faro de Alejandría

El faro de Alejandría fue el único -de las siete maravillas del mundo antiguo - construido con una finalidad utilitaria. En el año 279 antes de Jesucristo, Ptolomeo Filadelfo encargó al arquitecto Sóstrates de Cnido la construcción de una torre en la isla de Faros, frente a Alejandría, para que sirviera de guía a los navegantes. Para que el edificio tuviera mayor solidez y mayor resistencia contra la fuerza corrosiva de las aguas, Sóstrates empleó para los cimientos bloques de vidrio, sobre los cuales erigió el resto de la construcción con bloques de mármol unidos por medio de plomo fundido. Bloques de mármol unidos con plomo fundido constituyeron el resto del edificio, de forma octogonal sobre una plataforma de base cuadrada, hasta alcanzar una altura de 134 metros.

 

Sobre la parte más alta se colocó un gran espejo metálico para que su luz no se confundiera con las estrellas. Durante el día reflejaba la luz del sol, y por la noche proyectaba la del fuego a una distancia de hasta cincuenta kilómetros. Sobre la parte más alta se colocó un gran espejo metálico para que su luz no se confundiera con las estrellas.

Durante el día reflejaba la luz del sol, y por la noche proyectaba la del fuego a una distancia de hasta cincuenta kilómetros. Un terremoto lo derribó en el siglo XIV, y ochocientos años después de su construcción, el califa Al Walid pasó a la historia tanto por su codicia como por su ingenuidad, al hacer derribar los restos del faro con la esperanza de encontrar bajo sus cimientos un inmenso tesoro escondido.

 

Sólido y resistente a las intemperies y a las devastaciones guerreras, el faro de Alejandría fue derribado en el siglo VII por la ávida credulidad del Califa Al Walid que ordenó su demolición en la seguridad de hallar un tesoro escondido en los cimientos de la torre.